FANATISMO RELIGIOSO: MAYOR ENEMIGO DE LA HUMANIDAD
Estamos viviendo en los últimos tiempos bajo la amenaza constante de grupos y naciones terroristas que intolerantemente proyectan extinguir a todos aquellos que no creen lo que ellos imaginan en sus fantasías virtuales. Sus filosofías demoledoras están enraizadas en conceptos religiosos con vinculaciones políticas y militares. Sus miembros se exponen en forma decidida al peligro de sus acciones y llegan en muchos casos no solamente al homicidio sino hasta el propio suicidio, el cual cometen con aspiraciones a pasar a paraísos divinos post-mortem.
Sin embargo esta emergente situación no es nada nueva. Desde tiempos remotos de la prehistoria, evidenciados por la arqueología, el animal humano (Homo sapiens) y quizás algunos de sus antecesores también, hubo de hacerse consciente en su primitiva capacidad interpretativa y a través de sus cinco sentidos de su presencia física (su cuerpo) y del desarrollo de su inteligencia, memoria y la capacidad de aprender y de razonar (su mente) a lo cual añadió el pensamiento mágico de elementos que no alcanzaba a explicar en su relación con su entorno (espiritualidad), suponiendo en su rudimentario pensar, basándose en continuidad y contigüidad, hipótesis no demostrables y apoyados exclusivamente en sus conclusiones personales (fé). Muchas de sus incógnitas, accidentes y situaciones fueron supuestas como atadas a lo divino y reforzadas por las opiniones de otros se fueron constituyendo en conjuntos de tradiciones, enfrentamientos a fenómenos de la naturaleza, ceremonias y donaciones a la misteriosa y monumental divinidad.
El concepto de “religión” fue derivado del término “religió” del latín clásico del siglo primero AC, impulsado por Cicerón como “observación estricta y escrupulosa de los cultos tradicionales” o “el apropiado cumplimiento de ritos en veneración de los dioses”.
Las distintas interpretaciones de tales dioses condujo a través de la historia del humano a serios enfrentamientos que determinaron increíbles y masivas muertes de millones, producidas por ciertas religiones intolerantes y en especial por líderes que sufren de una grave enfermedad mental con el diagnóstico de desorden de identidad transpersonal, una entidad nebulosa muy próxima y colindante y que muchas veces se confunde con la esquizofrenia paranoide, la fase maníaca del desorden bipolar, la enfermedad obsesivo-compulsiva y el desorden de múltiples personalidades.
En nombre del cristianismo en la Edad Media se cometieron innumerables asesinatos con las cruzadas y la inquisición – inexplicablemente - pues el quinto mandamiento de las religiones judeo-cristianas prohíbe el matar. También las matanzas de indios por españoles e ingleses en la América fueron ejemplos de tales masacres. En los propios E.U. asesinatos en la hoguera con la acusación de brujas o herejes fueron notorios. Aun en el Siglo XX se arreciaron en Irlanda tales luchas religiosas, así como el cerco de Waco, Texas. Pero también se mueven religiosamente otros creyentes como los satánicos y los ateos fanáticos (estos últimos obsesionados con la negación de la divinidad)l que fueron responsables de millones de muertes en Rusia, China, y otras naciones. La segunda guerra mundial tuvo sus orígenes en factores de segregación religiosa. Cultismos como el de la Iglesia Templo del Pueblo, que llevó a 912 personas, entre ellos a 276 niños a un suicidio colectivo de norteamericanos en Jonestown, masacre solamente superada en muertes por el ataque por islamistas a las Torres de Nueva York.
En general, los religiosos se conducen en una forma tranquila, siguiendo las leyes y fundamentos de doctrinas eclesiásticas en las que el amor al prójimo es la piedra angular sobre la que se apoyan sus conductas. Sin embargo, los fanáticos se encumbran en sentirse como “testigos”, alegando ser “representantes de Dios”, hablando de “renacimientos”, “conversiones”, final del mundo, fuerzas demoníacas, sermoneando por las calles o casa por casa, actos todos que le halagan en su auto-estima y les envanece por encima de los demás “pecadores”.
La diversidad religiosa es inmensa. Si contemplamos una masa, grupo o iglesia desde la distancia pudiésemos creer que todos tienen conceptos coincidentes. Si profundizamos en cada miembro, hallaremos que normalmente cada cual tiene una creencia diferente y puntos contradictorios, acomodados a sus vivencias. Lo que separa al fanático del resto de los religiosos es que se destaca por su intolerancia a opiniones adversas. llegando hasta la ira mostrando su testarudez.
Estudios psiquiátricos han encontrado que el abuso infantil, situaciones traumáticas y los procesos de adoctrinamiento familiar, escolar o nacionales estimulan tales fanatismos. Una experiencia religiosa intensa puede desencadenar en ciertos individuos vulnerables un episodio psicótico que les lleva a creerse endiosados o que dioses o demonios hablan a través de él. La línea de separación entre la intensa devoción y la insanidad es borrosa y porosa. Muy similares a las crisis psicóticas tales “experiencias” incluyen frecuentemente alucinaciones visuales y auditivas junto a delirios y elaboración personal de creencias falsas. Tales
“iluminados” se niegan a ser tratados psiquiátricamente en el mundo occidental. En el mundo musulmán bajo sistemas totalitarios y de estricta tradición de antiguas creencias, tales comportamientos no sólo son aceptados sino estimulados y premiados.
Muchas naciones del mundo están dilucidando actualmente qué técnica seguir para luchar contra el terrorismo tras las infiltraciones en sus territorios de musulmanes, que no pueden expulsar porque son millones (una fracción grande de ellos que no se asimila al país huésped) y es difícil el diagnóstico de quienes planean actos de terror sanguinarios. Entre sus consignas y estrategias se mantienen solapados y aparentemente conformes, esperando la orden para actuar violentamente. De ahí que luciendo normales, respetables y racionales no es fácil el detectarles.
Nubes negras de belicismo y sangre oscurecen el horizonte de los humanos del planeta Tierra y todo cuanto se haga es poco para luchar contra tan grave amenaza.
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