Londres, 25 feb (EFE).- Los crímenes de guerra y la limpieza étnica volvieron a Irak en 2014 de la mano del grupo yihadista Estado Islámico (EI), que provocó un conflicto con más de 10.000 civiles muertos y una grave crisis humanitaria tras instaurar el terror en amplias zonas del centro y el norte del país.
En su informe anual sobre las libertades en el mundo divulgado hoy, Amnistía Internacional (AI) destaca la brutalidad del EI, que en junio tomó la segunda ciudad del país, Mosul, y proclamó un "califato" bajo el liderazgo de Abu Baker al Bagdadi.
Sus combatientes se lanzaron a exterminar a las minorías étnicas (kurdos, turcomanos y shabak) y religiosas (yazidíes y cristianos) del norte del país, con ejecuciones masivas de hombres y niños y secuestros de mujeres y niñas, convertidas en esclavas sexuales.
La ofensiva del EI en agosto en la región de Sinyar, donde miles de yazidíes murieron de hambre y sed atrapados en las montañas, y su rápido avance hasta las proximidades de Erbil, capital de la región autónoma kurda, llevaron a intervenir a EEUU con una coalición que bombardeó a los yihadistas y dio apoyo a las tropas iraquíes y las fuerzas kurdas (peshmergas) que hoy siguen luchando contra el EI.
Además, dice AI, fuerzas gubernamentales bombardearon de forma indiscriminada áreas del EI y milicias chiíes secuestraron y ejecutaron a decenas de suníes en zonas bajo control gubernamental.
Este nuevo conflicto sectario causó la muerte de alrededor de 10.000 civiles entre enero y octubre, obligó a desplazarse a casi dos millones más y provocó una grave crisis humanitaria, exacerbada por la afluencia continuada de miles de refugiados sirios.
Un millón de esos desplazados huyeron al Kurdistán, que en noviembre ya albergaba además a alrededor de 225.000 sirios, a los que se sumaron miles de refugiados iraquíes que volvieron al país desde Siria y otros lugares, lo que condujo a la ONU a declarar el máximo nivel de emergencia.
En abril se celebraron elecciones parlamentarias que ganó la Coalición del Estado de Derecho del primer ministro chií Nuri al Maliki, cuyos excesos contra los suníes son en parte el origen del apoyo que en un principio encontró el EI.
Tras un largo y complejo proceso, Maliki no obtuvo un tercer mandato y fue sustituido en septiembre por Haidar al Abad, en medio de peticiones internacionales de un Gobierno más inclusivo.
AI destaca también que las autoridades mantuvieron recluidas sin cargos ni juicio a miles de personas y la tortura en custodia, mientras los periodistas trabajaron en condiciones extremadamente peligrosas y algunos fueron víctimas de homicidios selectivos.
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