Venezuela está en la ruta de plagiar el totalitarismo cubano, pero para lograrlo, requiere amedrentar y atemorizar al ciudadano en términos absolutos.
Precisa que el individuo se sienta obligado a mirar a su alrededor antes de expresar una idea u opinión. El sujeto se tiene que sentir amenazado, convencido que solo podrá sobrevivir y se librara de la prisión, si acata las disposiciones del gobierno.
El miedo es la herramienta más importante de los déspotas. Difundir inseguridad y temor en toda la sociedad es fundamental para una dictadura.
El propósito es que el ciudadano reciba diariamente una muestra de lo que puede sucederle si no actúa como requieren las autoridades. Una receta que las autocracias consideran infalibles para conservar el poder.
Acusar a los sectores productivos de la falta de artículos de primera necesidad y de la inflación, es una estrategia. Convencer a la población, al menos una parte, que los problemas del país son responsabilidad de los otros y no de quienes detentan el poder, es parte de la maniobra.
La represión y la intolerancia han sido componentes esenciales del proyecto político que auspició Hugo Chávez y que encarna en la actualidad el gobernante Nicolás Maduro, sin embargo, estos recursos no han sido utilizados hasta el extremo porque el régimen hasta ahora ha estado limitado por su propósito de mantener la ficción que los bolivarianos son demócratas.
No obstante el lenguaje del déspota venezolano, cada vez más sectario, lleno de vituperios y descalificaciones, permite avizorar que la careta esta al desaparecer porque para conservar el poder, necesita establecer un rígido control social en el que los ya limitados espacios del disentir político se esfumarían por completo.
El gobierno venezolano incentiva sin cesar la crispación social. La lucha de clase. Los resentimientos y la envidia. Trata de propagar el sentimiento de indefensión ciudadana como si fuera una epidemia. Busca ejercer sobre el individuo un control total. Intenta hacer entender a las personas que el bienestar es proporcional a su lealtad.
Maduro ha acentuado su discurso populista y de nacionalismo extremo. Pretende por medio de una presencia casi permanente en los medios de comunicación convencer al país, en particular a los partidarios del chavismo, que Venezuela está amenazada y que es mandatorio superar las diferencias para vencer al enemigo común.
Maduro como lo hiciera en su momento Hugo Chávez intenta interpretar a Venezuela. Denuncia supuestos complots contra la nación en los que afirma están involucrados gobiernos extranjeros y sectores nacionales.
Identificarse como la nación es un recurso al que los autócratas recurren con particular frecuencia en tiempos difíciles y el régimen venezolano enfrenta una crisis estructural que se fundamenta en los altos niveles de corrupción, la dilapidación de los recursos del país, la ineficiencia del aparato gubernamental y el reducido apoyo con que cuenta en la población.
El gobernante pretende aislar por medio de una intensa y profunda campaña de descredito a la clase política que le adversa. Criminaliza las protestas y las manifestaciones públicas en su contra con el objetivo de eliminar la capacidad operativa de la oposición.
El abuso de poder del gobierno venezolano se evidencia con la permanencia en prisión de Leopoldo López, el arresto de Antonio Ledezma, alcalde metropolitano de Caracas, y la reciente declaración del gobernante de que en el país se habían acabado los intocables, una amenaza concreta contra todos los que cuestionen su administración.
El brutal arresto del Ledezma es mucho más trascendental que el de López, porque entre otros factores refleja la inseguridad del gobierno, una condición que podría convertir la detención del Alcalde Mayor de Caracas, en el catalizador que agrupe a todas las partes que enfrentan el régimen.
La oposición ha reaccionado con energía, no ha sido intimidada. Al parecer percibe que la ficción de democracia está en sus finales y que hay que elaborar otras estrategias para enfrentar con éxito la nueva encrucijada.
Similar debe ser la conclusión a la que ha llegado la secretaría general de la OEA, ya que el inefable José Miguel Insulza dijo sentir preocupación por el arresto del funcionario electo y señaló que los comicios de este año podrían perder su condición democrática.
La ruta de Maduro hacia la autocracia absoluta tiene grandes escollos porque las condiciones imperantes en Venezuela y en el mundo, difieren mucho de las que hicieron posible que los Castro impusieran en Cuba un régimen totalitario.
Sin embargo Maduro puede concluir que aunque la represión abierta y descarnada puede acarrear serios problemas a su régimen, lo más importante es conservar el poder, de ahí la posibilidad que la cúpula gobernante agudice la situación de caos que hace años sufre el país para justificar un golpe de militares bolivarianos que seguiría protegiendo una nomenclatura inepta y corrupta.
Pedro Corzo
Periodista
(305) 498-1714
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