Por Dr. Darsi Ferret
Miami, Florida. 10 de abril de 2016.
El chavismo va a caer. Poco influyen las maniobras con las que trate de resistirse Nicolás Maduro y su séquito de seguidores. Tampoco determinan las acciones que logre consensuar la oposición.
Y es que el verdadero problema instalado en Venezuela no es político, ideológico ni de legitimidad, pues nunca la tuvo. Se trata de las consecuencias del indetenible e invariable colapso económico, financiero y comercial.
El dinero del boom petrolero (unos 960.589 millones en algo más de una década) terminó dilapidado por la enorme corrupción, las abultadas políticas sociales, la destrucción del aparato productivo nacional y el financiamiento de una infraestructura internacional de liderazgo ficticio.
Desplumados como están los chavistas no tienen modo de acabar con el hampa y la inseguridad ciudadana, frenar la inflación que es la más alta del mundo, poner comida en la mesa del venezolano, abastecer los anaqueles vacíos, evitar las desesperantes colas, ni de reactivar la autodestruida economía nacional.
En esa macabra realidad de país las fuerzas de la oposición tampoco tienen la más mínima alternativa de solución por muy lindos e inspiradores que suenen sus discursos y declaraciones.
Venezuela transita por un punto caótico de no retorno bajo el actual dominio del régimen chavista. La abrupta caída del precio del petróleo le ha significado el tiro de gracia en medio de su debacle. De precios históricos superiores a los 100 dólares por barril, hoy rondan los 27 dólares y el pronóstico en el corto y mediano plazo no es optimista.
La solución para la nación sudamericana ya no se encuentra en el campo nacional, pues depende absolutamente del rescate externo. Requiere con urgencia de la mano, y préstamos multimillonarios del Banco Mundial (BM), del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Esa inyección de miles de millones de dólares no es posible en beneficio del chavismo. Bajo la égida del fallecido Hugo Chávez y después Nicolás Maduro, el régimen chavista pasó la raya convirtiéndose en un narcoestado, que en la actualidad es el mayor distribuidor de drogas a nivel mundial y uno de los principales centros de lavado de dinero.
Y el gran financista que los ha socorrido durante estos años, China, ya no está en capacidad de sacarlos del atolladero. La deuda vigente de los chavistas con Pekín alcanza la astronómica cifra de 58 mil millones de dólares.
La nación asiática atraviesa una grave crisis que este año se traduce en una recesión económica por las fallas estructurales que aún no ve fondo. O sea, la prioridad del gobierno chino es resolver sus propios conflictos por encima de salir al rescate del quebrado régimen chavista.
La depauperación económica progresiva en Venezuela provoca que el ingreso de dólares al país requiera en un 95% de las ventas de la estatal PDVSA. Las reservas internacionales se han deprimido a pasos agigantados y el país va rumbo a la bancarrota.
En 2016, el chavismo tiene que amortizar a sus acreedores, sólo en intereses de deudas, un aproximado de 10 mil millones de dólares, que de incumplir con los pagos entraría en default y esa condición representaría un duro golpe a su comprometida situación financiera.
Por su parte, el empresariado internacional no tiene modo de entrar al país con importantes cifras de inversión de capitales por la inestabilidad reinante, la inseguridad, el alto grado de corrupción, el irrespeto a las regulaciones y reglas del mercado, la flagrante violación de las normas jurídicas y la escasez crónica de recursos y materias primas.
Para este año, el chavismo dispone de unos 25 mil millones de dólares por concepto de exportación de petróleo. Sus reservas financieras no sobrepasan los 14 mil millones de dólares. Y acumula otros 11 mil millones como equivalente en oro.
Como cierre del ciclo, Nicolás Maduro tiene que afrontar un déficit comercial que incluye, entre otros pagos, la importación de productos básicos por unos 35 mil millones de dólares. Además de 10 mil millones del vencimiento de intereses de la deuda externa, y afrontar la fuga de capital de unos 12 mil millones.
Este sombrío panorama conduce a la fórmula del estallido social sin otra alternativa. Un preludio del descontento y enorme rechazo popular al régimen lo representa el varapalo en las pasadas elecciones donde la oposición ganó por supermayoría los curules de la Asamblea Nacional.
Y como toda la hegemonía regional de la Venezuela chavista se construyó a golpe de petrodólares, comprando lealtades y alianzas, del mismo modo se está esfumando ahora que llegaron las vacas flacas. Las otroras influyentes ALBA, UNASUR, CELAC, Petrocaribe se debaten en la actualidad en un franco proceso de extinción.
Haga lo que haga el régimen chavista o su contraparte los opositores, el certificado de defunción para Maduro y sus narcos-gangster ya está firmado. En menos de un año del chavismo no quedarán ni las cenizas. Y en su desplome arrastrará a varios de sus aliados dictadores y populistas latinoamericanos.
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