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martes, 9 de septiembre de 2025

El vil egoísmo que otra vez triunfó

Así me llegó:

El vil egoísmo que otra vez triunfó

Durante más de dos décadas, Venezuela ha sido víctima de una ocupación transnacional encubierta, liderada por el régimen castrocomunista en Cuba. Lo que comenzó como una revolución populista pronto reveló su verdadera naturaleza: una estructura criminal que tomó el control del Estado venezolano, utilizando operadores como el colombiano Nicolás Maduro, cuya nacionalidad venezolana sigue sin ser aclarada más allá de toda duda razonable.

La comunidad internacional ha reaccionado con firmeza ante la ilegitimidad del régimen. La Casa Blanca ha calificado a Maduro como “narco-dictador” y reafirmado que su gobierno es ilegítimo. La Organización de Estados Americanos (OEA) ha denunciado el proceso electoral como “la manipulación más aberrante” y exigido nuevas elecciones con supervisión internacional. Más de 60 países han negado el reconocimiento del régimen, calificándolo como una estructura delincuencial transnacional.

Sin embargo, aquí emerge una contradicción profunda: ¿cómo puede la OEA exigir elecciones en un país ocupado por fuerzas extranjeras y redes criminales? ¿Cómo puede pedirse al agresor que organice su propia salida? Esta paradoja diplomática tiene su raíz en una omisión estratégica: la oposición partidista venezolana nunca denunció formalmente que el país estaba invadido, no gobernado.

Durante años, organizaciones como la MUD tomaron control del poder de convocatoria en el país, traicionando los intereses legítimos de la resistencia ciudadana. En lugar de denunciar el carácter transnacional del régimen, promovieron la participación electoral como si se tratara de una democracia funcional. El voto dejó de ser medio de denuncia y se convirtió en fin de poder y posicionamiento político. Se pidió al pueblo que votara en estructuras controladas por el tirano invasor, sin aclarar que el sistema era ilegítimo por naturaleza.

Peor aún, estos sectores partidistas usurparon el protagonismo de movimientos genuinos, como el estudiantil de 2012, que logró llamar la atención internacional con una propuesta auténtica. La figura de Leopoldo López, por ejemplo, se impuso sobre el movimiento juvenil, adjudicándose un liderazgo que no le correspondía. Su entrega voluntaria a autoridades denunciadas como ilegítimas fue interpretada por muchos como una estrategia de posicionamiento personal. Mientras grababa videos desde prisión—algo impensable sin el consentimiento de sus captores—los estudiantes eran asesinados, torturados y dispersados. La esperanza fue burlada, y la ignorancia abonada.

La metáfora es clara: Venezuela le dijo al mundo que su marido le pegaba, y muchos lo trataron como un asunto doméstico. Pero ahora, después de 20 años, Venezuela revela que no era su marido, sino un extraño. ¿Qué dirán los vecinos entonces? ¿Qué dirán los partidos que pidieron diálogo con el tirano, sin denunciar su origen ni su propósito?

Hoy, la historia exige claridad. Venezuela no necesita elecciones organizadas por sus captores. Necesita que se reconozca su estatus de país ocupado, que se desmantele la estructura criminal que usurpa el poder, y que se restaure su soberanía. 

Venezuela no vota por su verdugo. Venezuela resiste.

Implicaciones Regionales

La ocupación de Venezuela por Cuba ha servido como plataforma para intervenir en procesos políticos en América Latina, mediante:

o Apoyo logístico y financiero a partidos afines.

o Exportación de métodos represivos.

o Uso de Venezuela como centro de operaciones para redes de narcotráfico y propaganda.

Conclusión Estratégica

La evidencia histórica y contemporánea confirma que Venezuela no enfrenta una crisis doméstica, sino una ocupación transnacional con fines ideológicos y criminales. La narrativa internacional debe ajustarse: no se trata de elecciones supervisadas, sino de desmantelar una estructura de poder ilegítima y restaurar la soberanía nacional. Bajo ese enfoque:

Las elecciones no son solución, sino simulacro.

La comunidad internacional no debería pedir comicios, sino remoción de fuerzas invasoras, desmantelamiento de redes criminales, y restauración de la soberanía nacional.

La oposición partidista que convalidó el sistema debe rendir cuentas por haber desviado la narrativa internacional, ocultando el carácter estructural del conflicto.

Evidencias Históricas de la Injerencia Castrista en Venezuela

La ocupación transnacional encubierta de Venezuela por el régimen castrocomunista que oprime a Cuba no solo tiene fundamento histórico, sino que ha sido documentada por investigadores, periodistas, diplomáticos y organismos de derechos humanos. Síntesis: 

Desde 1959: Fidel Castro y el plan continental

Primer viaje de Fidel Castro a Caracas (enero de 1959): A solo 15 días de tomar el poder en Cuba, Fidel viaja a Venezuela con el objetivo de atraerla a su estrategia continental contra EE.UU. Historiadores como Guillermo Cabrera Infante y Pedro Corzo señalan este viaje como el inicio de la subversión castrista en Venezuela.

1960–1961: Se documenta la distribución de fondos por diplomáticos cubanos en Caracas para conspirar contra el presidente Rómulo Betancourt, y el decomiso de 500 ametralladoras checas junto a propaganda castrocomunista.

1967: Fidel Castro declara públicamente su apoyo a guerrilleros venezolanos, calificando como “tiranía” al gobierno democrático de Raúl Leoni.

Venezuela como Plataforma de Expansión Continental - Investigación de María Werlau: “La intervención de Cuba en Venezuela”

El libro documenta cómo Cuba ocupó estratégicamente áreas clave del Estado venezolano: inteligencia, defensa, salud, educación y petróleo.

Las misiones médicas cubanas fueron utilizadas como cobertura para infiltrar personal de seguridad e inteligencia, según testimonios de médicos entrevistados por Werlau.

Fidel Castro consideraba a Venezuela “la joya de la corona” para su proyecto continental. La alianza con Chávez permitió a Cuba exportar su modelo represivo y consolidar redes de influencia en Bolivia, Nicaragua, Ecuador y otros países.

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